jueves, 9 de febrero de 2017

Vivir con artritis a los 20 años



Hay cierto sentir cuando te enfermas de algo doloroso que te impide hacer tus actividades cotidianas, ya quieres que se acabe y en el fondo sabes que así será. Llega al fin el día en que los síntomas desaparecen y tu vida vuelve a la normalidad. Pero esto no siempre es así, existen enfermedades autoinmunes y crónicas. Sabes que toda la vida vivirás con ellas, los doctores te lo dicen, buscas en Internet opciones, pruebas de todo y al final sigues donde mismo. Es de lo que les quiero hablar, de una enfermedad incurable que me diagnosticaron a los 20 y que a pesar de lo mucho que intento que no afecte en mi vida cotidiana, lo hace. Me refiero al a artritis reumatoide, esa enfermedad que normalmente pensamos que solo les sucede a las personas de la 3era edad (yo lo pensaba así, y a la mayoría de los que les cuento responden con ¿Qué eso no solo les da a las personas ancianas?) pues no, nos puede suceder a cualquier edad y es más común en las mujeres. Aunque claro, no es tan común que aparezca a mi edad.

Cómo es vivir con artritis reumatoide a los 20 años.

Hace unos meses después de soportar dolores en distintas partes del cuerpo por casi dos años, al igual que auto medicarme (gran error), decidí acudir al médico y esta vez hacerme varios chequeos para asegurarme que pasaba en mi cuerpo. Después de ser enviada de un especialista a otro y de varios largos y costosos análisis me diagnosticaron con artritis reumatoide.


Yo vivo lejos de mis papás y acudí sola con el médico, cuando me dijo esto y me hablo acerca de que es una enfermedad autoinmune e incurable me sentí muy mal, ¿sufrir de dolores toda mi vida? ¿Estar bajo tratamientos rigurosos desde los 20 años?  Mencionando que el tipo de tratamientos que te otorgan para controlar la artritis suelen tener muchos efectos secundarios en tu cuerpo. Obviamente fue una noticia que si me sorprendió. De alguna manera yo creía que esta enfermedad solo les ocurría a las personas de la 3era edad. Y después vino la pregunta ¿Por qué a mí? A pesar de que no soy la persona que más cuida su salud de forma correcta, esta enfermedad no tiene un porqué, simplemente sucede. Y no te queda otra más que intentar seguir con tu vida de una manera normal, lo cual es algo complicado. Se supone no debo tomar alcohol ni fumar tabaco, esto haría que mi tratamiento no funcione de buena manera, ¿y qué pasa si no funciona? El no poder moverme gracias al dolor y la rigidez en mis articulaciones. Deje de fumar, y he disminuido mi consumo de alcohol, aunque claro no es suficiente. No puedo hacer ejercicio que requiera mucha fuerza por mi parte, yo siendo una persona a la cual le gusta mucho las actividades fuera de casa y con movimiento, me ha impedido seguir alimentando ese gusto. Me canso muchísimo, y la anemia (que ya he tenido desde antes) se agrava. Todo esto acompañado de bajones emocionales, depresión. Todos los días me levanto y lo primero que hago es tomarme alrededor de 3 pastillas, lo mismo antes de irme a dormir. Hay una en especial que es la encargada de quitarme el dolor e inflamación en las articulaciones, me aterra salir de casa y olvidarla, o que se me acaben y no tener una farmacia cerca, ya que si olvido una dosis el dolor automáticamente empieza. Vivir dependiendo de medicamentos es algo cansado, al igual que no poder llevar una vida normal. Me esfuerzo diariamente para que esta enfermedad no afecte mi vida cotidiana, intento hacer actividades como los demás, intento ocultar mi dolor lo más que puedo, pero al final del día me doy cuenta de que estoy enferma, y que a pesar de mi positivismo llega un punto en el que me doy cuenta de que no soy tan fuerte como espero, y que el dolor a veces me gana. Hay de todo, días en los que intento ser lo más productiva e independiente posible, independiente esa palabra me hace sentir muy bien, lástima que dependo de medicamentos. Les contare un poco de lo que pasa cuando no me tomo mis medicinas. Me despierto por las noches por el dolor, no importa que tan cansada este, el dolor no descansa. Al levantarme batallo para vestirme, si, para levantar los brazos y abrocharme el pantalón. Inclusive batallo para voltear la manija de la puerta. Luego viene el desayuno, no puedo ni levantar el galón de leche, a mi sentir pesa toneladas y mientras intento levantarlo mi mano esta siento cortada en dos. Pisar por completo con el pie derecho es imposible, bajar las escaleras sintiendo gran pesar y ardor en las rodillas, cada uno de los escalones me recuerda que estoy enferma. Luego caminar, mientras la gente me ve porque no camino correctamente, pensando en pedir taxi para recorrer una cuadra, enojarme conmigo misma por no poder hacer más como quisiera, sentirme inútil y auto dependiente, los bajones emocionales tan recurrentes día a día. Si, así es cuando no tomo un día mis medicamentos, ¿Ahora entienden el miedo que siento de saltarme alguna dosis? Es verdaderamente algo prisionero.  Y cabe mencionar que aunque me tome los medicamentos los síntomas no desaparecen por completo, el dolor sigue ahí, pero aprendes a vivir con él de forma moderada, la fatiga, el cansancio y las emociones por los suelos no son algo que desaparezca. Me mata el pensar que toda mi vida va a ser así, o que la enfermedad vaya avanzar y llegue un momento en el que dependa completamente de alguien más para vivir. Hay días en los que me quiero rendir, quiero irme a casa con mi familia, quiero dejar todas mis metas porque pienso no poder cumplirlas, quiero gritar que no soy tan fuerte como he creído, pero me doy cuenta que todo esto me está haciendo en el fondo una mejor persona. Al poder soportarlo me hago fuerte, me hago más independiente, tratando de sentirme más segura de mi misma, confiando en que yo puedo. Porque cada vez que me levanto de la cama durante las mañanas y empiezo mis actividades cotidianas, llevando una vida como cualquier otra persona me hace sentir que soy alguien que puede con todo esto, que sigue luchando y que al final del día se siente satisfecha por ser productiva, que se cansa pero agarra fuerzas por si sola. Veamos todas esas cosas que nos suceden como pruebas para nosotros mismos, para demostrarnos a nosotros mismos que podemos. Yo muchas veces me he sentido una persona sin motivos, pero me he dado cuenta que tengo muchos y que no hay excusas, nunca habrá una excusa tan grande como para decirte a ti mismo que no puedes. A simple vista vivir con artritis a los 20 años suena una pesadilla, pero la verdadera pesadilla es no intentarlo y dejarte vencer.